Balcones


Los balcones, normalmente abiertos, se podría decir que son una especie de “refugio inverso” , un espacio que te arropa no por su tejado, sino por su ausencia de él. 

En un lugar donde todo son paredes y puertas, rincones oscuros y bombillas encendidas, un oasis de aire fresco es tan bienvenido como un helado en pleno Agosto. Los amantes del mundo exterior encuentran su paraíso en un lugar que a veces no supera los tres metros cuadrados, simplemente por el hecho de que en él se hallan los recursos más valiosos de todo ser vivo: la luz solar y el oxígeno.


Sin embargo, existe una subespecie de ser humano a la que se ha denominado “ermitaña” por su reticencia a la socialización y el mundo exterior. Esta palabra que, según el diccionario, significa “persona que vive en soledad”, le da un matiz un tanto triste y decadente a dicha especie, probablemente porque ha sido impuesta por aquellos que sí aprecian la vida en sociedad, y que consideran a los opuestos como seres alejados de la vida real. La persona que aprecia sus momentos de aislamiento no vive en más soledad que la que pretende estar acompañada - al fin y al cabo, un cuaderno y un lápiz, por ejemplo, pueden aportar más cualidades propias de la amistad (confianza, honestidad, empatía, seguridad) a aquel que ama escribir o dibujar, que un grupo de veinte personas con las que al cabo de un rato no se puede hablar más que del tiempo y la situación política.


Por este motivo, como parte de ese porcentaje de humanos que valoran la privacidad y la vida en un mundo interior propio, quiero reivindicar y popularizar esos momentos de “soledad” que parecen estar extinguiéndose como consecuencia de la sociedad acelerada en la que vivimos. Para las personas a las que, como yo, les gusta estar dentro, un oasis es un lugar en el que puedes estar tranquilo. En mi caso, mi “refugio inverso” o balcón es literalmente un refugio convencional, ya que, a pesar de cumplir su categoría de balcón, está cerrado. No obstante, la cualidad liberadora del balcón abierto sigue estando ahí, ya que no hay nada que más libertad otorgue que un sitio propio en el que hacer todo lo que te apetezca.

Por lo tanto, si tienes un espacio en el que te sientes a gusto, haz de él tu refugio creativo. Sean cuales sean sus dimensiones, tenga tejado o esté cerrado, haz de cualquier sitio que te arrope tu oasis de inspiración, tu charco en medio del desierto, tu balcón. 


Fotografías de mi balcón cerrado, el cual tengo anexo a mi habitación desde pequeña, y que ha ido creciendo conmigo. Empezó como sala de juegos, y ahora es el lugar en el que pinto y hago todo tipo de trabajos artísticos, toco y escucho música, guardo material, o en el que simplemente me siento a mirar el exterior como si de una pecera se tratara. No es el sitio mejor decorado o más bonito del mundo, pero lo que importa es lo que sale de él.



Lo que se ve al entrar


Cuadro anti-estrés al estilo Pollock

Mi preciada guitarra y compañía

La cómoda (no muy cómoda) de materiales artísticos y demás:
un vórtice interdimensional al mundo de los trastos.




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